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Higiene del sueño

Higiene del sueño

La importancia de dormir bien a menudo pasa desapercibida, ya que es fácil acostumbrarnos a despertarnos sintiéndonos mal, y a menudo asociamos la calidad de nuestro sueño a otras circunstancias de la vida cotidiana. Aunque algunas personas intentan implementar cambios en sus hábitos de sueño, no siempre eligen los más adecuados, o peor aún, no los mantienen lo suficiente como para experimentar mejoras significativas en su descanso nocturno.

Es fundamental comprender que no sólo las actividades que realizamos justo antes de acostarnos tienen un impacto en nuestra calidad de sueño. Existen numerosos factores que influyen a lo largo del día, hábitos que rara vez asociamos con problemas de sueño y que a menudo malinterpretamos como acciones beneficiosas. Por ejemplo, podríamos creer erróneamente que beber una copa de vino antes de dormir nos ayuda a conciliar el sueño de manera más rápida y profunda, o que hacer ejercicio poco antes de acostarnos es una práctica recomendable. Otros comportamientos como tener la televisión encendida con el volumen bajo para que nos acompañe con su murmullo, tomar siestas prolongadas, leer en la cama, entre otros, también pueden afectar nuestra calidad de sueño de maneras que no siempre comprendemos completamente.

El propósito de este blog es arrojar luz sobre la verdadera importancia de la higiene del sueño y desmentir algunos de los mitos comunes que rodean nuestras nociones sobre el descanso nocturno. 

Independientemente de si enfrentamos dificultades para conciliar el sueño o no, es crucial adoptar un estilo de vida que fomente nuestro bienestar en todas las áreas, lo que a su vez tendrá un impacto positivo en la calidad de nuestro descanso nocturno. Recordemos que a medida que avanzamos a través de las diferentes etapas de la vida, nuestro patrón de sueño experimenta cambios notables, y que al acercarnos a la vejez, es natural que la cantidad de horas de sueño necesarias tienda a disminuir.

Es fundamental reconocer que, a pesar de mantener buenos hábitos de sueño, ciertas condiciones pueden dificultar un descanso reparador. Condiciones de naturaleza anatómica, como la apnea, o aquellas de índole psicológica, como la ansiedad o el estrés, que a menudo desencadenan insomnio, pueden prevalecer a pesar de nuestros esfuerzos. Estas situaciones requieren especial atención y tratamiento, ya que con el paso del tiempo, su intensidad y gravedad pueden aumentar.

A lo largo de este blog, nuestro propósito es ofrecer una serie de hábitos y, aunque estos hábitos puedan parecer simples o evidentes, su importancia radica en no pasarlos por alto. La obviedad de estas prácticas puede llevarnos a no darle su adecuada relevancia y, sin darnos cuenta, caer en un círculo vicioso en el que los malos hábitos dominan nuestros patrones de sueño.

Junto a una alimentación equilibrada y ejercicio regular, el sueño constituye uno de los pilares fundamentales de un estilo de vida saludable. Garantizar un descanso adecuado es esencial para el bienestar y la salud de tu cuerpo. Para lograr un sueño reparador, es crucial establecer una rutina de acostarse consistente.

Mantener un horario de acostarse constante cada noche contribuye a sincronizar el reloj interno de tu cuerpo. Debes fijar una hora lo suficientemente temprana para asegurar un descanso óptimo. Esta recomendación aplica a todas las edades, incluso a los adultos.

Además de establecer una hora regular para ir a la cama, es importante desarrollar una rutina relajante y constante que anteceda al sueño. Dedica al menos 30 minutos para permitir que tu mente se relaje después de un día agitado. Una rutina previa al sueño también prepara tu cuerpo para conciliar el descanso. A continuación, se presentan algunas opciones a considerar al crear tu propia rutina nocturna:

¿Cuánto debemos dormir según nuestra edad?

  • Bebés: de 4 a 12 meses: de 12 a 16 horas, incluidas las siestas.
  • Edades 1 y 2: de 11 a 14 horas, incluidas las siestas.
  • De 3 a 5 años: de 10 a 13 horas, incluidas las siestas.
  • De 6 a 12 años: de 9 a 12 horas.
  • De 13 a 18 años: de 8 a 10 horas.
  • Adultos: de 7 horas o más.
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